EFECTOS DE LA HIPERINFLACIÓN (VIII): BOLIVIA
Al igual que muchos otros países de Iberoamérica durante la década de 1980, Bolivia reunía gran parte de las condiciones necesarias para que su inflación acabara fuera de control. Su modelo de crecimiento durante las décadas previas, basado en gran medida en una constante intervención estatal y el incremento de su deuda externa para financiar esta intervención, demostró ser insostenible. Pese a tratarse de un país dotado de importantes recursos mineros y agrícolas, tradicionalmente ha soportado grandes bolsas de pobreza (sobre todo entre campesinos indígenas) lo que, unido a su constante inestabilidad política, no ha ayudado precisamente a impulsar un verdadero desarrollo socio-económico.
En 1982, el año en que oficialmente dio comienzo la crisis de la deuda en Iberoamérica cuando Méjico reconoció su incapacidad de hacer frente a sus pagos, una frágil democracia volvió a Bolivia tras años de golpes de estado y dictaduras de distinto signo. Si consolidar la democracia en aquel momento ya representaba un gran reto de por sí, estabilizar la situación económica demostraría ser aún más complicado. El presidente Siles Zuazo tenía poco margen de maniobra atrapado entre una amenaza permanente (y bastante real) de golpe militar y las altas expectativas de sindicatos y grupos opositores a la dictadura, en un país tradicionalmente acostumbrado a la intervención estatal en la economía.
Precisamente, las medidas económicas del nuevo gobierno iban encaminadas a continuar con este intervencionismo. De hecho, el gasto fiscal aumentó de forma desmedida sin que ello fuera contrarrestado con un incremento de ingresos acorde, que apenas servían para cubrir un 15 % de esos gastos. Durante estos años se tomaron todo tipo de medidas expansivas para paliar los efectos de una inflación que empezaba a ser preocupante: incrementos generales de sueldos (incluyendo una subida del salario mínimo del 30 %), indexación salarial y congelación de precios. Asimismo, se aumentó el número de empleados públicos y del gasto en personal de empresas públicas como YPFB (petrolera) y COMIBOL (mineria), un hecho que contribuyó a incrementar considerablemente el déficit de las compañías que aportaban más ingresos al estado.
Las medidas relativas a la política cambiaria, destinadas en principio a desdolarizar la economía y aumentar la disponibilidad de divisas, resultaron contraproducentes. Se estableció un rígido control de cambios mediante una paridad fija para el peso boliviano y se convirtieron a la moneda nacional todos los contratos previamente existentes en dólares. Además, dentro de esta filosofía estatalizadora de la economía, todo el comercio exterior debía centralizarse en el Banco Central, lo cual resultó altamente ineficaz. Como resultado, la escasez de divisas siguió siendo patente, generándose un mercado paralelo extraoficial en el que el dólar aumentaba de valor a pasos agigantados frente al peso boliviano. El dólar, por tanto, se convirtió progresivamente en la referencia monetaria no oficial frente a una moneda nacional cada vez más devaluada. Como ya hemos visto en otros casos (Alemania, Hungría, Zimbabue) la pérdida de confianza ciudadana en la moneda nacional es la antesala de la hiperinflación.
El deterioro económico durante el bienio 1984-85 era más que evidente. Las respuestas del gobierno se limitaban a devaluar la moneda (siempre por detrás de su devaluación de facto frente al dólar en el mercado no oficial) , aumentar los precios de algunos artículos o imponer nuevas restricciones, por lo general sin efecto, mientras se reconocía la imposibilidad de hacer frente a los compromisos de deuda. El periodo comprendido entre Agosto de 1984 y Agosto de 1985, momento en que la tasa de inflación anual se situó en el 24.000 %, es considerado como el de la hiperinflación. Para colmo de males, Bolivia no hacía frente a una sola hiperinflación, sino a dos: la oficial y la paralela. Para hacernos una idea, en Diciembre de 1982 un dólar estaba fijado oficialmente en 200 pesos, mientras que en el mercado negro se cotizaba a 283. En Agosto de 1985 con un dólar se podían adquirir 75.000 pesos de forma oficial y nada menos que 1.050.000 en los mercados paralelos.
Durante estos meses se emitió tal cantidad de papel moneda que el gobierno boliviano se vio obligado a depender de otros países para su suministro, como Argentina, Brasil o Alemania. Las transacciones en cheque o tarjeta de crédito fueron en muchos casos desechadas ya que durante el tiempo que llevaba el proceso de compensación el peso boliviano podía perder su valor de forma significativa, de hecho en los peores momentos pudo llegar a depreciarse entre un 1 y 2 % por hora. Con el fin de simplificar la contabilidad, el dinero se medía en fajos de billetes idénticos, llegando incluso a medirse la altura o el peso de la cantidad de fajos para determinar una transacción. Allen comenta en su Encyclopedia of Money que se dio el caso de catedráticos de universidad que recibían su sueldo en fajos de billetes amontonados que alcanzaban una altura de unos 50 cm., mientras que el del personal administrativo podía llegar a la mitad.
Pero sin duda lo más llamativo de la hiperinflación boliviana fue su efecto en la sociedad. El mercado paralelo de dólares resultó como nos podemos imaginar más accesible y atractivo para muchos bolivianos, que en poco tiempo se convirtieron en especuladores monetarios. Como estaba prohibido adquirir bienes o servicios en otra moneda que no fuera el peso, los consumidores cambiaban en las calles dólares por pesos para hacer sus compras. Una vez los comerciantes recibían los pesos acudían a los cambistas callejeros lo antes posible para cambiarlos por dólares. Muchos de estos dólares, por cierto, provenían del pujante comercio ilegal de la cocaína con Estados Unidos (no olvidemos los ochenta fue la edad de oro de los young urban professionals, popularmente conocidos como yuppies).
Los billetes de 50.000 y 100.000 pesos de las imágenes corresponden justo al momento previo a la hiperinflación; las más altas denominaciones alcanzaron los 10 millones. A mediados de 1985 la pérdida de crédito de el gobierno de Siles era absoluta, lo que llevó a unas nuevas elecciones que no tuvieron un claro ganador. Finalmente, en Agosto de ese año el Congreso proclamó presidente a Paz Estenssoro, que llevó a cabo un ambicioso plan de ajuste que en la práctica era una enmienda a la totalidad de todo lo realizado anteriormente: flexibilidad en el tipo de cambio, autorización a los bancos para operar con moneda extranjera, congelación de sueldos en el sector público y liberación de los mismos en el sector privado, eliminación de restricciones al comercio exterior, subida de los precios de los productos derivados del petróleo... Dentro de la política monetaria se sustituyó el peso boliviano por su antecesor, el boliviano, con un valor de un millón de los antiguos pesos por boliviano. En la imagen del billete de 50.000 podéis apreciar un resello que indica su nuevo valor: 5 céntimos de boliviano.
No sería riguroso que el gobierno de Siles cargara con toda la culpa de este caos económico, pues heredó una situación de por sí muy difícil y deteriorada. Además, es comúnmente aceptado que contribuyó decisivamente a consolidar la democracia en el país. No obstante, el ejemplo boliviano es una prueba fehaciente de la importancia que tiene el rigor presupuestario y la capacidad de generar ingresos para la puesta en marcha de cualquier política económica.
Sabino, C. El Fracaso del Intervencionismo: Apertura y Libre Mercado en América Latina Ed. Panapo, Caracas 1999 (http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/bo/Sabino-bolivia.htm)
Sachs, J. The Bolivian Hyperinflation and Stabilization (http://www.earthinstitute.columbia.8edu/sitefiles/file/about/director/documents/AERBolivia87.pdf)
fajos de billetes amontonados que podian llegar a medir cincuenta centímetros,el peso boliviano perdiendo valor incluso a cada hora,realmente dura la situación que vivieron,gran post,un saludo
ResponderEliminarGracias por tu comentario, la verdad es que muchos pueblos de Iberoamérica pasaron por situaciones inflacionarias graves en la década de 1980 pero el caso boliviano fue de los más llamativos por las razones que menciono en el post. Un saludo,
EliminarMuy buena info.
ResponderEliminarGerman.
Buenos Aires. Argentina.
Muchas gracias Germán, recibe un cordial saludo
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