TESOROS PERDIDOS

Como bien sabemos los aficionados a la numismática, una de sus principales aportaciones es la gran cantidad de información histórica que las monedas pueden contener, más allá de sus valores faciales o intrínsecos, o su relación con la economía y el comercio de una determinada zona. Las monedas indias antiguas son un buen ejemplo de ello, como pudimos comprobar en la última entrada a propósito de los dracmas sátrapas: gracias a la información epigráfica contenida en ellos se ha podido establecer una relación bastante fiable de toda la genealogía de los soberanos de este reino entre los siglos I y V de nuestra era. 

Sestercio romano del Coliseo, con la estatua colosal del Sol
a la izquierda (National Geographic Historia)

Una de las monedas que más poderosamente ha llamado mi atención (y creo que a cualquier amante de la historia antigua en general) son los famosos sestercios romanos que reflejan el Anfiteatro Flavio (más conocido como Coliseo) no tanto por el hecho de mostrarlo en todo su esplendor (en algún caso incluso con público asistente) sino por incluir elementos de su alrededor completamente desaparecidos hoy en día: la estatua colosal del Sol que da el sobrenombre al edificio; la Meta Sudans, una fuente monumental cuyos últimos vestigios fueron removidos en la década de 1930; y unos arcos representativos de la arquitectura civil romana, seguramente las Termas de Tito. 

Toda esta información ha contribuido en gran medida a reconstruir de forma bastante exacta el entorno del Coliseo, sujeto a constantes cambios durante sus casi dos milenios de historia. Una de las mayores contribuciones del Renacimiento precisamente fue la minimización del impacto de estos cambios, ya que introdujo la pasión por la restauración y conservación del patrimonio. La recuperación de restos de la arquitectura y escultura antigua, largamente abandonados o empleados para fines distintos a los que fueron concebidos, data de esta época, como puede verse en uno de los museos más antiguos abiertos al público: los Museos Capitolinos de Roma. 

Hoy día se acepta de manera universal por prácticamente todos los países y culturas la importancia de la conservación de su patrimonio. La Unesco, organismo multilateral que consagra la preservación del patrimonio artístico y cultural de los pueblos, lo hace no solo desde la defensa de las señas de identidad y cohesión de las sociedades sino también desde la perspectiva del arte como elemento transformador, que contribuye a la construcción de sociedades dinámicas e innovadoras. En definitiva, no es posible un verdadero desarrollo de una sociedad si no se tiene en cuenta el elemento cultural, lo cual necesariamente incluye la conservación del patrimonio. 

Desgraciadamente, existen excepciones a esta regla comúnmente aceptada.

El templo de Bel en Palmira. Hoy día prácticamente no queda
nada en pie de este edificio (fuente: Wikipedia).

Una de las imágenes más perturbadoras que jamás he podido ver en las noticias ha sido la de la destrucción deliberada de las piezas de arte mesopotámico de un museo en Irak por parte del autodenominado "Estado Islámico". A los innumerables crímenes contra la humanidad de esta organización, a los que se podría añadir la comisión de genocidio (dado su deseo expreso de erradicar el cristianismo o cualquier otra fe religiosa distinta del Islam en su territorio), debemos sumar su intención expresa de eliminar el patrimonio cultural de incalculable valor de los pueblos a los que sometían. No se trataba únicamente de someter o conquistar, sino también de anular el "alma" del enemigo. Una forma cruel, brutal y totalitaria de dominación.  

Siria es un país cuya situación estratégica le ha garantizado desde tiempo inmemorial una posición clave como nexo entre diferentes culturas e imperios. Esta posición ha podido reportar a la zona beneficios notables, al constituirse durante mucho tiempo como parada de la Ruta de la Seda en el comercio con el continente europeo, pero por contra la ha expuesto también de forma puntual a los choques entre las potencias locales deseosas de ejercer su control: romanos contra persas, bizantinos contra árabes, otomanos contra franceses... hasta llegar a la interminable guerra cuyas imágenes aún siguen llegando a nuestros hogares una década después. 

Lo que empezó como una revuelta contra un régimen despótico y corrupto dentro de la llamada Primavera Árabe desembocó en una cruenta guerra civil entre varias facciones irreconciliables. Lo que en un principio era una confrontación entre las fuerzas del dictador Bashar-al Assad (que no iba a aceptar un derrocamiento sin más) y el  Ejército Libre Sirio, se complicó cuando facciones religiosas fundamentalistas aprovecharon para tratar de ganar su cuota de poder y territorial. Lejos de debilitar el régimen de al Assad, se diría que ocurrió exactamente lo contrario, pues la entrada en escena de facciones como el autodenominado Estado Islámico (ISIS) supuso un lastre para las fuerzas de oposición y por tanto un impulso para las fuerzas gubernamentales, que fueron lentamente recuperando terreno. El apoyo decidido de potencias extranjeras (notablemente Rusia) a al Assad hizo el resto. 

Aún no conocemos exactamente todas las atrocidades cometidas por el ISIS en las zonas que controlaba, pero lo cierto es que en su momento de mayor apogeo tenía bajo su poder un extenso territorio repartido por el norte de Siria e Irak, controlando ciudades importantes como Mosul o Al-Raqa, en el cual pudo financiarse mediante el cobro de impuestos, la explotación de recursos naturales e incluso la emisión de moneda en 2016: el dinar de oro.

La elección de una moneda medieval no era casual. La ideología de este grupo terrorista, basada en una interpretación fuertemente fundamentalista de la sharia o ley islámica, reflejaba perfectamente sus intenciones que no eran otras que la eliminación de todo aquello que no encajara en los designios de su autoproclamado califato. De esta manera, cualquier expresión artística ajena al Islam podía ser considerada idólatra y susceptible de ser destruida. 

Billete sirio de 100 libras que muestra el Arco de Septimio Severo
en Palmira con un busto de la mítica reina Zenobia a la derecha
(Standard Catalogue of World Paper Money)


En las dos ocasiones que ISIS tomó la mítica ciudad de Palmira, en Mayo de 2015 y en Diciembre de 2016, el mundo entero se temió lo peor, dando por hecho que sus míticas ruinas, mezcla de la mejor tradición grecorromana, elementos autóctonos e influencias persas, estaban condenadas a la desaparición. Afortunadamente no fue así, seguramente porque, dentro de su retorcida lógica propagandística, a los militantes del ISIS les interesaba más "lucir" su trofeo ante el mundo. Además, en términos estrictamente prácticos, resultaba más beneficioso vender restos arqueológicos de forma ilegal que destruirlos. Pero muchos objetos ornamentales (estatuas principalmente) no sobrevivieron a la ocupación y algunas partes del complejo histórico sufrieron daños irreparables al ser dinamitadas de forma deliberada. 

Durante la primera ocupación de Palmira por parte del ISIS, dos fueron las principales víctimas artísticas del fundamentalismo religioso. Uno, el templo de Bel, levantado en el siglo I en honor al dios semita del mismo nombre y probablemente el edificio religioso mejor conservados de todo el complejo. Otro, el Arco del Triunfo erigido por Septimio Severo en el siglo II, que hoy día sobrevive únicamente en imágenes como las que podemos encontrar en las monedas y billetes. 

Durante esta ocupación, por cierto, Khaled Asaad, antiguo responsable de la conservación de antigüedades en Palmira, fue decapitado. Pese a todo, consiguió sacar de la ciudad un buen número de estatuas de diferentes periodos históricos que de otra manera se habrían perdido para siempre. En la segunda ocupación cayeron el Tetrápilo, un conjunto de cuatro grupos de imponentes columnas colocadas sobre zócalos, y la fachada del teatro, cuya decoración fue eliminada, aunque su estructura permaneció intacta.    

Imagen de moneda de 10 libras sirias con 
la imagen del Arco del Triunfo (ucoin.net)
 


Existen muchas cosas que pueden recuperarse tras un conflicto bélico, dependiendo del grado de destrucción al que un país se ve sometido. En el caso de Siria, tras más de una década y sin un horizonte claro al respecto, la recuperación requerirá un esfuerzo titánico. Infraestructuras, negocios, incluso entornos naturales podrán resurgir en algún momento. El patrimonio destruido, sin embargo, no correrá la misma suerte. El conjunto histórico de Palmira ha podido sobrevivir (de momento) a la guerra y a la destrucción deliberada, pero muchos monumentos destruidos no podrán jamás reconstruirse. Eso si, a diferencia de muchos tesoros perdidos de la Antigüedad nos quedará abundante material gráfico y audiovisual para recordar siempre lo que una vez fueron, incluyendo su imagen en monedas y billetes. 

Siendo esto algo lamentable, lo es en mayor medida la pérdida en vidas humanas, algo totalmente irrecuperable. Hasta la fecha, se calcula que han muerto como consecuencia de la guerra en Siria  alrededor de 400.000 personas, cifra que debe ser mucho más alta en la realidad. Durante más de diez años los sirios han estado sometidos a los más crueles "efectos colaterales" de la guerra, en muchos casos ejecutados de forma premeditada por las distintas facciones que participan en el conflicto. Toda una generación de niños y jóvenes no conocen hoy día otra realidad, lo que supone que una vez que todo acabe (si es que llega ese momento) las secuelas psicológicas quedarán impresas para siempre en el imaginario colectivo del país. 

Pero claro, después de todo ¿Qué se puede esperar de un régimen autocrático?  







 

Comentarios

  1. Es increíble lo que el fanatismo religioso puede llegar a destruir,vidas humanas,arte,cultura, países enteros, recuerdo las imágenes en la TV de las detonaciones a aquellas obras de arte y la gente," familias enteras perdiendo a alguien para siempre no ninguna religión en el planeta que justifique eso,me ha conmovido este post,un cordial saludo José Ramón

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    1. Gracias Adolfo. Sería un poco iluso pensar que en una guerra se puede evitar la destrucción del patrimonio. Lo que no es admisible en ningún caso es la destrucción deliberada o su compraventa en el mercado negro. Sin duda Palmira podrá volver a lucir gran parte de su encanto pero en mucha menor medida por culpa de toda esta barbarie. Un saludo para ti también

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