LA DEVALUACIÓN DEL ANTONINIANO
El antoniniano, la moneda de referencia del siglo III
romano, es hoy en día un objeto muy popular dentro del coleccionismo
numismático. A su indudable interés histórico hay que añadir su gran variedad
en los reversos y la buena calidad de los retratos imperiales, así como su
(salvo excepciones muy concretas) buen precio. Cuando los analizamos nos llama
mucho la atención el hecho de que un antoniniano de Gordiano III (238-244 d.C.)
apenas tiene nada en común con uno de Claudio II (268-270 d.C) en cuanto a
tamaño, peso, calidad y contenido en plata. La obvia razón de estas diferencias
se encuentra en la rápida devaluación a la que fue sometida esta moneda durante
la gran crisis del siglo III, periodo en el que el Imperio Romano corrió el
cierto riesgo de desaparecer como entidad jurídico-política.
La devaluación de una moneda es un instrumento de política
monetaria al que se recurre más o menos desde que existen autoridades con
responsabilidad de emitir dinero para la circulación. Tradicionalmente, los
gobernantes recurrían a este instrumento para hacer frente al sostenimiento del
gasto público, mayor aún en momentos de conflicto bélico. En épocas recientes
las devaluaciones se han hecho frente a divisas de referencia, como el dólar.
Antiguamente, cuando esas referencias eran los metales preciosos, la
devaluación era literal: se rebajaba el contenido de metal precioso de la
moneda, mezclándolo con otro de menor valor. Se trata de una medida en
cualquier caso cortoplacista, ya que, si bien puede servir para mantener el
gasto público existente en un momento dado, las consecuencias a medio-largo
plazo son devastadoras para la población: inflación desbocada, empobrecimiento general
y consiguiente paralización de la actividad económica.
Los primeros antoninianos. De izda. a dcha. Heliogábalo (218-222 d.C.), Gordiano III (238-244 d.C.) y Filipo (244-249 d.C.) |
La expansión territorial de
Sobre el origen y la función del antoniniano no hay certezas
completas, más que nada porque apenas hay documentación de la época que
proporcione detalles sobre política económica y monetaria. Se denomina
“antoniniano” en honor al emperador que lo introdujo, cuyo nombre era Marcus
Aurelius Antoninus (Caracalla fue su pseudónimo), aunque seguramente recibió un
nombre distinto en la época como “argenteus binio” según D. Sear. Se piensa que
equivalía a dos denarios por su composición metálica y su peso, así como por el
hecho de que los emperadores retratados aparecen con una corona radiada (en
lugar de la corona de laurel) rasgo tradicionalmente indicativo de valores
monetarios dobles, como ocurría con el dupondio.
El antoniniano pierde contenido de plata. De izda. a dcha. Volusiano (251-253 d.C.), Valeriano (253-260 d.C.) y Galieno (253-268 d.C.) |
La acuñación de esta moneda fue discontinua. Los emperadores
Caracalla y Heliogábalo hicieron uso de ella, pero desde la muerte de este
último (222 d.C.) hasta los breves mandatos de Balbino y Pupieno en el 238 d.C.
no se emitió. A partir de este año se produjo en grandes cantidades y a
mediados del siglo III desbancó al denario de la circulación monetaria.
Los 50 años que
transcurrieron entre el final de la dinastía Severa (235 d.C.) y el ascenso de
Diocleciano (284 d.C.) estuvieron marcados por una gran inestabilidad política.
Los golpes militares y las usurpaciones eran tan frecuentes que muchos emperadores
contaban su permanencia en el poder en semanas o meses. Esta inestabilidad tuvo
repercusiones en la esfera económica, pues las autoridades romanas debían hacer
frente a amenazas internas (como la secesión de la parte occidental del imperio
en 260 d.C.) y externas (sobre todo en la frontera oriental contra los persas)
que implicaban grandes desembolsos. Para hacer frente a los cada vez mayores
gastos se optó por la devaluación de la moneda. El antoniniano fue así
progresivamente perdiendo peso y tamaño, así como contenido de plata. En época
de Galieno, que gobernó como único emperador entre 260 y 268 d.C. tratando
penosamente de mantener la integridad del imperio, el antoniniano mantenía
apenas un 2,5 % de plata, pesaba entre 2 y 3 grs. y medía entre 17 y 18 mm . 30 años antes, esta
moneda había contenido aproximadamente un 40 % de plata, pesado 5 grs. y medido
23-24 mm .
El antoniniano, reducido y sin apenas contenido en plata: dos antoninianos de Galieno (izda. y centro) y uno de Claudio II (268-270 d.C. dcha.) |
Este proceso de
deterioro tuvo sin embargo dos consecuencias cruciales para la acuñación posterior
de moneda romana. Una, la proliferación de cecas, pues Roma sola no daba abasto
para la emisión de moneda. Otra, la inclusión de la marca de la ceca en el
exergo, característica común de la moneda romana de los siglos IV y V y
posteriormente de las acuñaciones bizantinas. Lugares como Antioquía, Sirmium,
Siscia o Cizycus pasaron a convertirse a partir de este momento en centros de
acuñación de referencia dentro del imperio, y durante la segunda mitad del
siglo III comenzaron a dejar su “firma” en el exergo de los antoninianos.
El emperador Aureliano (270-75 d.C.) trató de revitalizar el
sistema monetario romano mediante la reintroducción de grandes bronces (los
ases) y el denario, aunque este último de vellón, no de plata. Trató también de
revaluar el maltrecho antoniniano aumentando su peso y contenido en plata De
esta forma, los antoninianos producidos durante esta época vuelven a pesar
entre 3,5 y 4 grs. y a medir alrededor de 22-23 mm . Su contenido en plata
aumenta al 5 %, conservando muchas de estas monedas un atractivo plateado superficial.
El numeral romano XXI (o griego KA) que empieza a aparecer en el exergo de
estas monedas podía hacer referencia a esta composición: una parte de plata de
cada 20, es decir, un 5 %. Con Probo (276-82 d.C.) el antoniniano gana además en
diseño y belleza, sobre todo por la variedad de bustos del anverso. El
emperador aparece ataviado de formas diferentes, unas veces con atuendo militar
(casco, coraza, escudo), otras luciendo un manto imperial, sosteniendo un cetro
o una lanza, etc.
El antoniniano se recupera, gana en plata (5 %) y en peso y tamaño. Antoniniano de Aureliano (270-275 d.C.) a la izda. y dos antoninianos de Probo (276-282 d.C.) centro y dcha. |
El acceso al poder
de Diocleciano (284-305 d.C) supuso la consumación de una serie de reformas que
apuntalarían la continuidad del imperio durante casi dos siglos, al menos en la
forma en que había sido conocido. Además de reformas administrativas y
militares de calado, llevó a cabo una reforma monetaria a partir de 294 d.C.
que trataría de impulsar las acuñaciones de plata (el argénteo o siliqua) y los grandes
bronces con contenido de plata (el follis). El antoniniano no entraba dentro de
estos planes, no obstante se siguieron produciendo monedas similares durante
una década tras la reforma, reducidas a pequeñas piezas de cobre. Fueron los
últimos coletazos del antoniniano, moneda romana de referencia de una época muy
convulsa, que ejemplifica a la perfección los efectos de la devaluación
sistemática y desmedida.
Los últimos antoninianos: a la izda. Diocleciano (284-305 d.C.), centro y dcha. Constancio I (293-306 d.C.) |
Roman Coins and Their Values Volume III The Third Century Crisis and Recovery AD 235-285, by David R. Sear, 2005 Spink & Son Ltd. pp. 21-23 y siguientes.
Early World Coins & Early
Weight Standards, by Robert Tye, published by Early World Coins, York
2009 (p. 89)
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