EL NUMMUS O EL FIN DE UNA ERA

Maiorina o centenionalis AE2 de Valentiniano II
(375-392 d.C.) y nummus AE4 de Teodosio (379-395 d.C.)
Me complace hoy presentar aquí una moneda que simboliza como ninguna el final de un imperio y de una era, la Antigüedad, fenómeno cuyo estudio evoca sensaciones de fascinación y melancolía al mismo tiempo. El siglo IV romano comenzó con un cierto atisbo de estabilidad gracias a las reformas puestas en marcha por el emperador Diocleciano tanto en el campo administrativo (con una mayor delegación de poderes del emperador mediante la llamada tetrarquía) como en el económico, a través de medidas de contención de la inflación y de reforma monetaria. No obstante, estos cambios no se mantuvieron una vez Diocleciano abandonó voluntariamente el poder (un hecho insólito en la Antigua Roma, por otro lado) y la mayor parte del siglo presenció periodos de inestabilidad similares a los del siglo III: rivalidades entre co-emperadores, aparición de usurpadores y la sempiterna presión de los germanos por el norte y los persas por el este. A finales del siglo IV los signos de descomposición eran evidentes e irreversibles.


La dificultad en el estudio de las reformas monetarias romanas estriba en que no suele haber fuentes claras y explicativas al respecto, por lo que los historiadores y estudiosos solo pueden hacer conjeturas más o menos sólidas. De hecho, no es seguro que los nombres que hoy día atribuimos a las monedas del siglo IV (follis, maiorina, centenionalis) sean los que realmente se utilizaban en la época. En cualquier caso, existe unanimidad en lo esencial: el caos monetario del siglo III (ver entrada Devaluación del Antoniniano) requería medidas urgentes, encaminadas a dar un impulso al maltrecho numerario romano.

Reversos de primeros nummus AE4: fortaleza,
corona votiva y emperadores en atuendo militar
Diocleciano trató de revitalizar el sistema monetario de forma integral. Por un lado, aumentó el peso de aúreo hasta recuperar su peso anterior a la crisis del siglo III. Por otro, recuperó las emisiones de plata mediante el argenteo, muy similar en peso y pureza a los denarios del siglo I. Por último, pero  no menos importante, ordenó la emisión de grandes bronces (a la manera de los antiguos sestercios y ases) a través del follis de vellón de alrededor de 10 grs. de peso. y 5 % de contenido en plata. Pese a las discrepancias que existen hoy en día, la tabla de equivalencias podría detallarse de la siguiente forma:

1 aureo de oro = 24 argenteos de plata
1 argenteo de plata = 5 follis de vellón
1 follis de vellón = 2,5 antoninianos de cobre
1 antoniniano de cobre = 2 denarii communes

Pese a los intentos de frenar la inflación mediante el llamado Decreto de Precios Máximos, ésta continuó su ascenso, mientras los problemas financieros del sobredimensionado estado romano continuaban. Como consecuencia, entre otras, el follis perdió peso y tamaño progresivamente hasta quedar en aproximadamente un tercio de la emisión original en época de Constantino. A partir del año 324 se establece un nuevo follis de vellón (catalogado normalmente como tipo AE3) de 18-20 mm. de diámetro y poco más de 3 grs de peso. No obstante, en las dos décadas posteriores esta nueva moneda corrió la misma suerte, quedando reducida a unos 1,7 grs. de peso. Durante la segunda mitad del siglo IV tuvieron lugar varios intentos fallidos de revertir la situación:
  • Contancio y Constante (337-361 d.C.): con ocasión de la celebración del año 1.100 de la fundación de Roma (v. entrada Fel Temp Reparatio) los hijos de Coonstantino introdujeron la maiorina o centenionalis de 5,2 grs. de peso y aprox. 24 mm. de diámetro con su correspondiente media maiorina o medio centenionalis de 2,6 grs. y 18 mm.
  • Juliano (361-363 d.C.): el sobrino de Constantino, apodado "El Apóstata" por sus intentos de restar influencia al cristinanismo, trató de revivir el follis de Diocleciano con la doble maiorina de aproximadamente 8 grs. de peso (monedas conocidas por su enigmático toro del reverso) y una moneda tipo AE3 similar al follis constantiniano de unos 3 grs. de peso, de mayor duración que la anterior. 
  • Graciano (375-383 d.C.): puso en marcha la emisión de monedas similares a las maiorinas de Constancio y Constante, con un centenionalis de bronce tipo AE 2 (22-24 mm. de diámetro y alrededor de 4 grs. de peso) e introdujo además el tipo pequeño conocido como nummus ("moneda" en griego) y catalogado como AE4 (12-15 mm. de diámetro y aproximadamente 1,5 grs. de peso). 
El nummus pierde peso y tamaño: de izquierda a derecha, anversos
 con Victoria, monograma y cruz dentro de corona de laurel (s. V)

Esta última es la moneda que centra hoy nuestra atención, pues, pese a sus reducidas dimensiones, fue de las pocas de bronce que consiguió sobrevivir durante el siglo V. Los últimos centenionalis del tipo AE2 fueron desmonetizados por el emperador Teodosio en el 395 d.C. y, salvo algún caso aislado, no se volvieron a emitir. Únicamente los nummus tipo AE4 se produjeron regularmente en las cecas de las dos partes del imperio (oriental y occidental) aunque, sorprendentemente, no son unas monedas tan habituales como cabría esperar. Seguramente en aquel momento gran parte de la población perdió interés en el bronce en un contexto económico de ruralización y servidumbre. 

El nummus también fue progresivamente devaluado en todos los sentidos. Se calcula que llegó a equivaler a alrededor de 7.000 unidades por sólido de oro y sus dimensiones, ya de por sí pequeñas, se redujeron en muchos casos a menos de 10 mm y alrededor de medio gramo de peso. Estéticamente fueron acuñadas con cada vez mayor tosquedad, en muchos casos mostrando solo una parte de la leyenda o de la imagen, siendo casi imposible distinguirlas de las imitaciones no oficiales que circulaban a la par.  
Los últimos AE4: mongramas de León (457-474) y
Anastasio (491-518)

La emisión de estas diminutas monedas de bronce continuó hasta el mandato de Anastasio en Constantinopla (491-518 d.C.), en un momento en que el Imperio Romano occidental se había diluido definitivamente en un conglomerado de reinos germanos. Anastasio consideró, como Diocleciano 200 años antes, que una reforma monetaria era necesaria para revitalizar la economía del Imperio Romano oriental. Así, puso en marcha el nuevo y gigantesco follis de alrededor de 30 mm de diámetro y 18 grs. de peso por valor de 40 nummus, que enterraría el último vestigio del desorden monetario que caracterizó a la Antigua Roma durante sus tres últimos siglos.  



Roman Coins and Their Values Volume III The Third Century Crisis and Recovery AD 235-285, by David R. Sear, 2005 Spink & Son Ltd.  
Early World Coins & Early Weight Standards, by Robert Tye, published by Early World Coins, York 2009

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