EL ÚLTIMO ÓBOLO
Siguiendo con las series de grandes cobres, me complace mostrar hoy aquí una moneda que captará la atención de cualquier coleccionista de numismática. Se trata de una pieza que casi no desentonaría en el mundo mediterráneo de la Antigüedad salvo por pequeños detalles como la fecha (1819 en números arábigos) y las características del león en el anverso, animal muy presente en la numismática clásica pero no con alas y cabeza nimbada. El propio nombre de la moneda, óbolo, evoca una de las piezas de plata más representativas de la Grecia antigua, y de hecho una parte de su leyenda está en griego.
Anverso de óbolo de 1819 de los Estados Unidos de las Islas Jónicas con león de San Marcos y haz de siete flechas, leyenda ΙΟΝΙΚΟΝ ΚΡΑΤΟΣ |
No es para menos, ya que las Islas Jónicas, situadas en el Mediterráneo frente a la costa occidental de Grecia, pueden presumir entre otras cosas de contarse entre las primeras entidades que emitieron moneda a mediados del primer milenio antes de Cristo. Su anverso muestra el león alado que simboliza a San Marcos, patrón de Venecia, estado que ejerció la soberanía sobre este archipiélago entre los siglos XV y XVIII. Junto al león podemos encontrar un haz de siete flechas que representa las islas principales que lo componen: Corfú, Cefalonia, Zante, Santa Maura, Ítaca, Cerigo y Paxo. Encima, la leyenda griega ΙΟΝΙΚΟΝ ΚΡΑΤΟΣ (estado jónico) y debajo el año, 1819. El reverso es mucho más familiar, pues nos recuerda a cualquier penique inglés de los siglos XIX y XX: una alegoría de Britania sentada, con tridente y escudo y la leyenda BRITANNIA encima.
Reverso del óbolo de 1819, que bien podría corresponder a un medio penique de la época (aprox. 9,5 g de peso) |
Unos pocos años antes, en 1815, tras la derrota final de Napoleón, las potencias vencedoras establecieron mediante el Congreso de Viena un orden en el que primara el equilibrio entre los estados con formas de gobierno absolutistas, tratando de alejar para siempre los fantasmas ligados al surgimiento de potencias hegemónicas y a las revoluciones de corte liberal. Gran Bretaña era de una de estas potencias vencedoras y, aunque tenía interés en preservar ese nuevo (o viejo, según se mire) orden, sus intereses particulares solían tener prioridad sobre los del continente (algo que seguro que nos recuerda a alguna situación más reciente). Después de todo, no se trataba de una monarquía absoluta...
Las Guerras Napoleónicas tuvieron lugar también en el Mediterráneo oriental, y de forma más intensa de lo que cabría imaginar. 1797 fue el año en que la dominación veneciana sobre el archipiélago llegó a su fin, siendo conquistado por los ejércitos franceses. No duró mucho esta ocupación, ya que tras dos años fueron expulsados por una curiosa alianza ruso-otomana que estableció la llamada República de las Siete Islas, que, aunque controlada por Rusia y bajo una soberanía nominal otomana, hizo gala de ser el primer estado griego semi-independiente de la era moderna.
Islas que conformaban los Estados Unidos de las Islas Jónicas (Wikipedia) |
Y una moneda como hoy muestra a las claras cuál era la posición de Gran Bretaña frente a este nuevo estado. Durante las dos décadas anteriores a 1815 el sistema monetario aceptado en las islas fue el otomano, basado en el kurus (conocido también como piastra), gran moneda de plata similar al tálero o el real de a ocho. El kurus (hoy en día, la unidad fraccionaria de la lira turca) equivalía a 40 paras y 120 akçe. Una vez estabilizada la situación, los británicos introdujeron en 1819 un sistema monetario claramente alineado con el suyo. La moneda de referencia sería el óbolo de cobre, coincidente en peso y medida con el medio penique. El doble óbolo o dióbolo, por tanto, equivaldría al penique. Un óbolo se dividía en cinco leptá (a partir de 1834, anteriormente se dividía en cuatro) y existían denominaciones de 1 lepton y 2 leptá en cobre, y de 30 leptá en plata.
El nacionalismo griego fue el primero que desafió el orden establecido por el Congreso de Viena. La defensa de este orden exigía teóricamente el apoyo al Imperio Otomano, no obstante las simpatías de muchos europeos se situaban junto a Grecia. Tal era el caso británico, que tras la independencia de Grecia en 1830 no mostró oposición a integrar las Islas Jónicas en su territorio. Las retuvieron hasta 1864, momento en que una nueva dinastía en el trono helénico, más amistosa con Gran Bretaña, hizo más propicia esta entrega. Consiguieron sin embargo mantener el uso del puerto de la isla de Corfú, de enorme importancia estratégica, pero no el sistema monetario, que se integró en el dracma griego (de nuevo, otra moneda emblemática de la Antigüedad) a razón de 1 dracma = 20 óbolos (o, en efecto, 100 leptá).
Llegaba así a su fin el óbolo, aunque solo como moneda oficial, ya que como término siguió utilizándose para referirse a las monedas de 5 leptá, un poco como nuestros populares duros. Una moneda con tanta historia no podía morir de golpe.
https://en.wikipedia.org/wiki/United_States_of_the_Ionian_Islands
Realmente una moneda que tiene "algo" que uno no sabe que es,pero que atrae,es una pieza realmente bonita,y viendo cómo bien describes,la historia que tiene a cuestas estoy de acuerdo contigo en que no podía desaparecer de golpe, excelente post, un cordial saludo José Ramón
ResponderEliminarEso mismo pensé yo. Ahora el problema lo tengo para clasificarla: ¿Es británica o es griega? Todo un dilema. Gracias Adolfo, un saludo
EliminarYo tengo una y a la sección griega fue.
EliminarMuchas gracias, yo también me inclino más por su "helenismo". Al fin y al cabo, circularon en una zona que hoy es griega y terminaron asimiladas por el dracma. Solucionado, un saludo
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