TURKMENISTAN: EL BILLETE QUE NO PUDO SER

La emisión de dinero, una de las muestras de control por parte de un estado por antonomasia, ha traído siempre consigo la tentación de ser utilizada como una herramienta propagandística. Es lógico, si tenemos en cuenta que se trata de un monopolio (salvo en el caso de la China de la Antigüedad, donde las emisiones locales y privadas fueron más o menos toleradas durante ciertas épocas), condiciona la economía de un territorio y llega a prácticamente toda la población. Si el estado que emite el dinero es autoritario, las probabilidades de que sus monedas y billetes se conviertan en un instrumento más a mayor gloria de su líder aumentan hasta convertirse en certezas. 

Hace un par de años tuvimos la ocasión de comprobar cómo las excentricidades de un dictador condicionaban la emisión de papel moneda en Birmania. Ne Win, obsesionado con el esoterismo y la numerología, ordenó en 1985 emitir billetes de 75 kyats para celebrar su 75 cumpleaños y dos años más tarde de 90 y 45 kyats para honrar el número 9, considerado por él como símbolo de fortuna. Una gracia que quedaba rematada con la desmonetización de todo el dinero en circulación anterior, lo cual seguramente contribuyó a su derrocamiento en 1988. El caso de hoy no llegó a tanto, de hecho parece ser que la nueva emisión quedó en proyecto, pero demuestra una vez más lo que puede suponer que ciertos personajes lleguen al poder. 


Anversos de los billetes de 50 y 100 manat con el retrato
de Saparmurat Niyázov

Turkmenistán, país que nos resultaba absolutamente desconocido hasta su independencia en 1991, es un buen ejemplo de la dificultad que ha entrañado la transición de un régimen dictatorial a un sistema de libertades. Tras la disolución de la Unión Soviética muchos pensamos que todos los antiguos territorios bajo su dominio abrazarían más pronto que tarde la democracia pero lo cierto es que el verano de 1991 abría un periodo de incertidumbre en 15 nuevas repúblicas, algunas de ellas con una independencia que ni siquiera esperaban. Turkmenistán puede decirse que se encontraba entre estas últimas: su líder Saparmurat Niyazov vio en el golpe de 1991 una oportunidad única para consolidar su ya extensa cuota de poder, ahora sin los límites impuestos por Moscú. 

Situado en plena Asia Central, con Uzbekistán al norte, Irán al sur y el mar Caspio como única costa, esta república tan rica en recursos naturales (gas y petróleo principalmente) como pobre en vegetación simboliza el encuentro entre culturas dispares convertido muchas veces en choque entre diferentes civilizaciones. Territorio poblado principalmente por turcomanos, descendientes de uno de los muchos pueblos túrquicos que habitan en la zona desde tiempo inmemorial, fue un punto clave en la Ruta de la Seda, lo que llevó a árabes, persas y posteriormente los mongoles a interesarse por su control. Durante el siglo XIX pasó de forma definitiva a la esfera de influencia rusa, siendo décadas más tarde una de las zonas que más resistencia opuso a los bolcheviques, hasta convertirse en república socialista de la Unión Soviética formalmente en 1924. 

La época de Gorbachov como secretario general del PCUS presenció una serie de cambios que desembocaron en la disolución posterior de la URSS. Uno de ellos, muy significativo, fue el poder e influencia crecientes de las diferentes repúblicas frente al poder central de Moscú. En este sentido, puede decirse que Saparmurat Niyázov llegó en el momento más oportuno posible. Nacido en 1940, formado en ingeniería eléctrica sin un bagaje académico o profesional relevante, consiguió ascender en el escalafón del Partido Comunista de Turkmenistán con relativa rapidez, llegando a secretario general en 1985. Durante los seis años que aún le quedaban de vida a la Unión Soviética, Turkmenistán se caracterizó por ser una de las repúblicas menos aperturistas y aficionadas a la "línea dura" del marxismo-leninismo. Tanto fue así que Niyázov apoyó el golpe de 1991, algo que no sirvió para que éste triunfara como todos sabemos, sino para acelerar la desintegración de la URSS. 


Los reversos suelen ser más interesantes. El de 50 manat, por
ejemplo, homenajea todo un símbolo de Asia Central: el caballo

Y una vez libre de ataduras, Niyázov reveló a los turcomanos y al mundo entero sus verdaderas intenciones, que no fueron otras que convertirse en un autócrata excéntrico, narcisista y ególatra hasta la náusea, cuyos actos parecían salidos más del guion de una comedia de bajo presupuesto que del responsable de un país que comienza sus primeros pasos como nación independiente. Un breve repaso de estas excentricidades demuestra que no se trata de una exageración. Declaró fuera de la ley todas las enfermedades infecciosas, y, dentro de una reforma sanitaria cerró todas las clínicas salvo las de la capital Ashjabad. Ordenó la construcción de una pista de patinaje sobre hielo en pleno desierto de Karakum. Prohibió los dientes de oro (un rasgo cultural muy común en Asia Central) así como el pelo largo, barba y bigote a los jóvenes. Cambió el nombre de los meses del calendario por los de miembros de su familia y prohibió el ballet, la ópera y el circo por considerarlos "abiertamente antiturcomanos". Se diría que existía cierta tendencia a prohibir o permitir dependiendo de los gustos personales de Niyázov. 

Su figura y su imagen, por supuesto, debían ser omnipresentes. Eran habituales las estatuas doradas del personaje, una de ellas colocada sobre un gran arco que giraba para apuntar siempre al sol (desconozco si en Corea del Norte han tomado nota de esta iniciativa). Su libro Rujnamá, una especie de tratado de moral y civismo, debía ser de lectura obligatoria en colegios y universidades, así como formar parte de los exámenes para acceder al funcionariado y, parece ser, del mismísimo juramento hipocrático de los médicos. Claro está, la nueva moneda nacional, el manat, no se iba a librar de su retrato, por lo que en todas las monedas y billetes emitidos aparecería sin excepción el Turkmenbashí, o "padre de todos los turcomanos". 

Hay algo, cuando comparamos la imagen de Niyázov en los billetes con las que solemos encontrar por internet, que nos llama la atención: el pelo. Un dictador tan encantado de haberse conocido como él no debía soportar la idea de envejecer con lo que es habitual encontrar su imagen con un pelo demasiado oscuro para un hombre entrado en la sesentena. Esta imagen no se reflejaba en los billetes, que presentaban un Niyázov canoso, más acorde con su edad. En el segundo semestre de 2006 dio la orden para realizar el cambio de diseño en el papel moneda pero ésta no fue ejecutada al fallecer a finales de ese mismo año. Su sucesor, Gurbanguly Berdymujámmedov (de quien se rumorea era hijo ilegítimo) quiso honrar la memoria de Niyázov llevando a cabo esta reforma de forma póstuma. En 2009 estuvo listo el diseño pero finalmente no vio la luz. Este parece ser el "billete que no pudo ser":    


Fuente: wikipedia


15 años tras la muerte de Niyázov, poco parecen haber cambiado las cosas. Berdymujámmedov demostró su afán en convertirse en digno sucesor de tan peculiar autócrata emulándole en cuestiones como erección de estatuas, decisiones absurdas (prohibir cambiar de nombre a los caballos o la circulación de coches de color oscuro, por poner dos ejemplos) y, por supuesto, ocultar sus canas. Por mucho que nos quejemos, nunca debemos olvidar qué tipo de sistema político disfrutamos... 

https://blogdebanderas.com/2014/09/07/8-curiosidades-en-los-billetes-alrededor-del-mundo/

https://elpais.com/diario/2006/12/22/internacional/1166742007_850215.html

https://elordenmundial.com/turkmenistan-asia-central-totalitario-historia/

https://es.wikipedia.org/wiki/Saparmyrat_Ny%C3%BDazow

https://es.wikipedia.org/wiki/Turkmenist%C3%A1n

Comentarios

  1. He visto un documental sobre las estravagancias de estos dos personajes,en el reportaje un fotógrafo suizo ganó el world presa photo por fotografíar un retrato sonriente de Niyásov en el mismísimo lavabo le hizo la foto y ganó el world presa photo, realmente increíble, aparte el mostraba que este señor aparecía en los botes de sal,azúcar,en las botellas de licores etc,muy interesante la entrada,esto nos demuestra que el culto a la personalidad no parece por desgracia tener límites, un cordial saludo José Ramón

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    1. Es algo realmente surrealista. Siempre ponemos a Corea del Norte como ejemplo de culto a la personalidad desmedido pero hay otros países a los que les toca vivir realidades orwellianas. He leído que otra de las ocurrencias de Niyazov era castigar en público a sus ministros y hacerles correr más de 30 km. Realmente medieval. En este sentido, puede decirse que lo que hizo en los billetes y monedas era algo relativamente moderado comparado con otras ocurrencias. Un saludo Adolfo

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