BILLETES PRIVADOS
Hoy día, la emisión de papel moneda por parte de los gobiernos es un
recurso tan común que no nos paramos a reflexionar sobre su origen meramente
privado. Este interesante billete que podéis ver en las imágenes corresponde a
una emisión del Darlington Bank del noreste de Inglaterra. Aunque no destaque
por su antigüedad (finales del siglo XIX) o su estética, constituye un buen
ejemplo de la naturaleza privada de los primeros billetes.
En Europa el papel moneda se introdujo durante el siglo XVI, cuando los banqueros promovieron su uso como recibos de
depósitos. En un principio estos recibos iban a nombre del depositante, de tal
manera que sólo éste podría retirar los depósitos total o parcialmente, pero en
un momento dado se aceptó su emisión “al portador” de tal manera
que pudieran circular, de forma limitada, entre los particulares.
Los poderes públicos no fueron ajenos a las ventajas que el papel moneda
podía tener en la economía nacional, especialmente en su faceta recaudatoria.
En 1694 se fundó el Banco de Inglaterra con el fin de obtener fondos para la
guerra contra Francia. Para ello se recurrió a la emisión de papel moneda intercambiable
por depósitos. Durante el siglo XVIII el empleo de los billetes para las
transacciones cotidianas fue generalizándose gradualmente entre la población,
lo cual resultó en la emisión de denominaciones fijas, y cada vez de menor
valor.
La tendencia hacia la monopolización de este proceso por parte del Banco de
Inglaterra en detrimento de las entidades privadas era clara. Alrededor de 1770
los bancos privados de la ciudad de Londres dejaron de emitir sus propios billetes
y adoptaron los del Banco de Inglaterra. En 1826 se permitió a éste la apertura
de delegaciones fuera de Londres, y en 1844 se prohibió por ley la emisión de
billetes a nuevas entidades privadas, pudiéndolo hacer solo aquellas que venían
haciéndolo hasta la fecha. El poder y la autonomía de los bancos privados, por
tanto, se limitaban inevitablemente, pero aún así durante mucho tiempo
conservaron una cierta capacidad de influencia, sobre todo en zonas rurales.
La mayor parte de los bancos privados se encontraban dentro de los confines
de la ciudad de Londres, no obstante durante la segunda mitad del siglo XVIII y
principios del XIX, coincidiendo con el impulso económico de la Revolución Industrial ,
proliferaron los llamados “bancos provinciales” fuera de Londres. En muchos
casos estos bancos eran fundados por las oligarquías locales como forma de
potenciar sus negocios y generar capitales para futuras inversiones. La emisión
de billetes en este sentido solía ser una herramienta útil. Estos billetes normalmente
circulaban de forma local y podían ser redimidos por su valor en metálico,
considerándose un banco en situación de bancarrota si se probaba incapaz de
hacer frente a esta obligación. Era relativamente habitual que personas o grupos
que quisieran arruinar a un banco provincial se hicieran con una gran cantidad
de sus billetes para exigir su cambio inmediato en metálico. De hecho, en
ocasiones quedó patente la debilidad de estas entidades, pues cualquier
situación de incertidumbre económica podía causar un efecto de pánico entre la
población que les llevara a la quiebra, pues muchos de estos bancos no podrían
hacer frente a liquidaciones masivas de billetes.
El que presento hoy aquí es uno de los más comunes y fáciles de encontrar.
Se trata de 5 libras
del Darligton Bank, perteneciente a Backhouse & Co., una influyente empresa
textil del noreste de Inglaterra. Esta entidad se constituyó en 1774, y fue de
las que más sobrevivió en el tiempo, nada menos que hasta 1896, año en el que
se convirtió en uno de los socios fundadores de Barclays. Operó en la zona de
Darlington, Durham, Stockton-on-Tees y Sunderland, no sin pasar por las
dificultades descritas más arriba. Parece ser que durante el siglo XIX un noble
local, Lord Darlington, trató de hundir esta entidad obligando a sus propios
inquilinos a pagar la renta con estos billetes, de tal manera que la suma total fuera demasiado
alta para poder ser liquidada por el banco. Afortunadamente, Jonathan Backhouse
averiguó las intenciones del noble con antelación, por lo que pudo hacerse con
las reservas de oro suficientes para hacer frente a esta incómoda operación.
Lo más llamativo del billete es la ausencia del recuadro de la firma,
cortado seguramente como forma de invalidarlo una vez el Darlington Bank pasó a
formar parte de Barclays, hoy día una de las entidades financieras más
influyentes del mundo. Los procesos de fusión de finales del siglo XIX y
principios del XX significaron el fin de estos bancos provinciales y por tanto
de sus emisiones, siendo 1921 el año que vio la última de todas ellas.
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