LA PRIMERA MONEDA "ESPAÑOLA"
Hay algo que siempre he llevado a gala desde que comencé con mi blog, y es que todo lo que comparto debe ser económicamente asequible. Todos estos años he defendido (y sigo defendiendo) que las curiosidades numismáticas no tienen por qué ser caras para el coleccionista medio y tras 350 entradas (y las que vienen) creo que no me he equivocado en este aspecto. Todo lo que ha pasado por aquí, desde el papel moneda de emergencia hasta las monedas antiguas incusas tiene un precio mayor o menor, pero siempre ajustado al bolsillo del coleccionista medio.
No obstante, hoy me veo obligado a romper esta norma no escrita. Lo que voy a tratar hoy en esta entrada no es nada barato, sino todo lo contrario, tanto por el material empleado (oro) como por su escasez. En efecto, las monedas visigodas se pueden coleccionar pero no es algo que se pueda encontrar fácilmente y si lo hacemos debemos estar preparados para desembolsar cantidades que en el mejor de los casos incluirán las tres cifras por pieza. De hecho, hoy no he tenido más remedio que recurrir a antiguos catálogos de Jesús Vico para mostrar imágenes (precisamente, esta casa de subastas es de las organizaciones que más ha hecho por estudiar y catalogar estas monedas en su Corpus Nummorum Visigothorum de 2006).
Pero para mi siempre ha sido un placer investigar acerca del reino visigodo y, por supuesto, de sus misteriosos tremises o trientes. Así que, como no siempre es fácil encontrar ideas tras catorce años seguidos publicando, he decidido ponerme a ello. Y para ello es obligatorio referirse al verdadero fundador de la monarquía visigoda en Hispania: Leovigildo.
Leovigildo fue uno de esos gobernantes que tenían las ideas claras. Su objetivo no consistía únicamente en consolidar su poder sino ir más allá, de tal forma que el reino de los visigodos se estableciera de forma efectiva y perdurara en el tiempo. Tras más de 150 años sin una sede o un territorio fijos, expulsados prácticamente de toda la Galia y cuestionados por sus vecinos francos, suevos y el Imperio Romano de oriente, Leovigildo sentó las bases a partir del año 570 de un estado fuerte y cohesionado en torno su figura y una serie de instituciones que se trataban de asentar entre una población, la hispanorromana, en muchos casos ajena a estos procesos de cambio.
Así, desde el primer momento emprendió una serie de campañas militares en el sur de la península para, por un lado, contener a las fuerzas de Constantinopla que desde tiempos del emperador Justiniano se establecieron en la franja mediterránea y por otro someter a las poblaciones hispanorromanas del valle del Guadalquivir que trataban de gestionar sus asuntos al margen de las decisiones tomadas desde la capital. Esta capital se establecería definitivamente en Toledo, una decisión importante ya que se trataba no solo de un núcleo central desde el punto de vista geográfico sino también de una sede episcopal relevante.
Sin duda las conquistas territoriales fueron uno de los rasgos que definieron el extenso reinado de Leovigildo, pero no toda su política se redujo al ámbito militar. Su Codex Revisus del año 573 estableció las bases de la integración de las poblaciones goda e hispanorromana al permitir los matrimonios mixtos, algo impensable hasta ese momento. Sus intentos de extender el arrianismo (la rama del cristianismo que profesaban los godos) entre la población católica no tuvieron tanto éxito y fueron definitivamente abandonados poco después de su muerte cuando su hijo Recaredo decidió abrazar la fe católica.
Todas las conquistas militares de Leovigildo aumentaron considerablemente el tesoro godo, influyendo en un aspecto muy relevante en la consolidación del reino: la acuñación de moneda. Hasta ese momento, toda la moneda de oro acuñada por los visigodos, (sólidos y su tercera parte, los tremises) era imitativa de la emitida por la autoridad imperial, con sede en Roma durante el siglo V y en Constantinopla durante el VI. A partir de aproximadamente el 575, esto cambiaría radicalmente, pues bajo la iniciativa de Leovigildo su nombre era el que aparecería en el circulante, o en una parte del mismo.
La única moneda que se acuñó en nombre del rey de los visigodos fue el tremis o triente, es decir, la tercera parte del sólido de oro romano. El sólido equivalía a 1/72 de libra, es decir, a poco más de 4,50 g, por lo que un tremis pesaba tan solo alrededor de 1,50 g. Su ley era de 18 quilates, aproximadamente un 75%, ajustándose en peso y pureza a los estándares romanos. En un principio el nombre del rey se incluyó solo en el reverso, dejando el anverso para el emperador del Imperio Romano de oriente que en aquel momento vivía la transición de Justiniano a su sobrino Justino II. No obstante, tras un periodo "de adaptación" en el que dominaron leyendas ilegibles, el nombre del rey pasó al anverso reservándose el reverso para el nombre de la ceca. Aquí se muestra una de las primeras monedas de este tipo:
- Anverso: leyenda LEOVIGILDVS RE entre dos cruces.
- Reverso: nombre de la ceca (TOLETO) seguida de un epíteto, en este caso IVSTVS (aunque en numerosas ocasiones encontraremos PIVS u otras expresiones como GLORIA o VICTORIA)
- La diadema alrededor de la cabeza en forma de arco, a la manera de los emperadores romanos del Bajo Imperio.
- El manto o paludamento debajo de la cabeza. Este es uno de los aspectos más interesante de los tremises o trientes, ya que es donde puede encontrarse una mayor variedad. Los podemos ver en forma de M, trapezoidal o de media luna, entre otras muchas variantes.
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| Reverso de tremis de Recaredo (586-601), hijo y sucesor de Leovigildo. Puede leerse el nombre de la ceca de Zaragoza (Cesaraugusta) CE:AR:C O:TAV |









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