DINERO HUNDIDO
De vez en cuando nos llegan noticias, no exentas de carga polémica, sobre hallazgos de barcos hundidos en las profundidades del océano. El atractivo mediático es comprensible: un antiguo buque hundido no solo es una reliquia histórica en si misma, testigo mudo de un accidente o de una batalla naval, sino que además puede contener un cargamento con posible valor arqueológico. Si además su pertenencia enfrenta a naciones antiguamente rivales, o aparecen de por medio las famosas empresas de cazatesoros, el conflicto está prácticamente asegurado.
Cuando sucede algo así, siempre buscamos respuestas en el derecho internacional. No obstante, puede tratarse de un ejercicio bastante estéril. Al tratarse de un tipo de ley cuyo cumplimiento depende en gran medida de la buena voluntad de los estados implicados, las soluciones suelen dilatarse indefinidamente, más aún cuando dichas soluciones puedan ir directamente en contra de los intereses de alguno de esos estados.
En el caso de la propiedad de los barcos hundidos, la legislación internacional carece de claridad, al menos en cuanto a su propiedad. Existen dos instrumentos al respecto, la Convención de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático de 2001 y la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Básicamente, de estas convenciones se deduce que todo objeto arqueológico encontrado en alta mar pertenece a la Humanidad, aunque el estado de origen puede tener ciertas prioridades en cuanto a las labores de cuidado del pecio. Si este pecio se encuentra en aguas territoriales, entonces será el país ribereño el que se responsabilice de la extracción y cuidado del pecio, si opta por hacerlo.
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En el caso que nos ocupa hoy afortunadamente no existe demasiada polémica, dado que se trata de un barco hundido en aguas territoriales británicas. Se trata del SS Breda, navío holandés construido en 1921 por la New Waterway Shipbuilding Company, de 122 metros y medio de eslora y cerca de siete toneladas. Sus motores de turbina de vapor dotaban al barco de una velocidad máxima de 15 nudos o 28 Km/h. Tenía cinco compartimentos de carga y podía albergar un máximo de 37 tripulantes y 16 pasajeros.
Al estallar la II Guerra Mundial fue confiscado para actividades militares. Cuando los Países Bajos fueron invadidos en Mayo de 1940 el SS Breda huyó a Reino Unido, donde se puso al servicio de la compañía P&O Line. Partió de Londres el 12 de Diciembre de 1940 con 42 tripulantes en dirección a diferentes puntos del entonces Imperio Británico: Mombasa en Kenia y Mumbai y Karachi en India. Antes de viajar al otro lado del mundo, debía acudir al norte, al punto de encuentro del convoy en el estuario de Lynne of Lorne en Escocia. Llevaba en sus bodegas un cargamento de más de 30 biplanos, vehículos militares, cemento y animales (diez caballos y varios perros) además de otros productos como tabaco, calzado y material sanitario. La variedad en la carga no era casual: por lo general, los ejércitos preferían distribuir los cargamentos entre muchos navíos de tal forma que si uno era hundido las pérdidas podrían minimizarse.
Una de las hojas con espacio para cuatro billetes de 10 rupias de 1937. Pueden apreciarse las marcas de agua de forma nítida, consistentes en el busto del rey Jorge VI (mirando a la derecha) con la leyenda TEN RUPEES - RESERVE BANK OF INDIA - TEN RUPEES
Llegó a Oban (Escocia) 10 días después. Se disponía a partir de nuevo hacia el oeste del Atlántico antes de surcarlo hacia el sur (maniobra destinada a evitar los temidos submarinos U Boat desplegados por la zona) pero en la tarde del 23 se encontró con un grupo de bombarderos alemanes Heinkel 111 que sobrevolaba la zona. Antes de que la tripulación pudiera poner en funcionamiento su ametralladora antiaérea, los Heinkel consiguieron dejar caer varias bombas de 250 Kg. que no impactaron directamente en el SS Breda, pero sí lo suficientemente cerca como para abrir varias vías de agua.
Era cuestión de tiempo que el barco entero se hundiera. Al encontrarse cerca de la costa, el capitán Fooey a cargo del SS Breda decidió dirigirlo hacia la parte este de la bahía de Ardmucknish donde el agua era menos profunda. Una vez los doce pasajeros fueron evacuados, un barco auxiliar de la Marina lo remolcó lentamente hacia ese punto mientras se iba hundiendo poco a poco. Al cabo de dos horas, consiguió quedarse varado a algo más de 500 metros de la costa, con la popa completamente sumergida y las cubiertas inundadas hasta el castillo de proa, parte del barco que aún permanecía por encima de la superficie. Tres horas después del ataque alemán, a las 8.30 de la noche, los últimos hombres de la tripulación (junto con los caballos que transportaban) salieron del SS Breda hacia la costa.
Imagen de billete de 10 rupias de 1937. La marca de agua del retrato del rey ocuparía el espacio izquierdo. |
Los intentos por recuperar la carga del barco resultaron infructuosos por culpa del tiempo, ya que una tormenta lo desplazó hacia aguas más profundas, quedando completamente sumergido poco después, 24 m. la proa y 30 m. la popa. Hasta el año 1961 podían verse los mástiles durante la marea baja, pero fueron retirados por la Royal Navy junto con el puente y la chimenea, sin duda para evitar futuros problemas con la navegación local (y seguramente también para mejorar el impacto visual en la zona). Siete años después se retiró también la hélice de bronce situada en la popa.
Hoy día, pese a los daños sufridos durante el ataque alemán, la progresiva retirada de sus componentes principales, las inclemencias del tiempo y el hecho de que ha permanecido sumergido durante más de ochenta años, el SS Breda permanece en tan buen estado que puede ser visitado frecuentemente por submarinistas aficionados. La bahía de Ardmucknish ayuda a ello, ya que por su posición se encuentra protegida en gran medida de las inclemencias del tiempo escocés. Sus visitantes, al bucear con seguridad por las bodegas de carga, podrán contemplar muchos de los artefactos y objetos que se hundieron con el barco y no han sido recuperados: aviones y vehículos militares, aunque difíciles de reconocer, continúan ahí en su mayor parte.
Durante las últimas décadas, sin embargo, otros objetos han sido rescatados. Uno de ellos, el que da lugar a la entrada de hoy, es el cargamento de papel moneda que iba destinado a India. Se trata únicamente de eso, papel moneda del Banco de Inglaterra con las marcas de agua como podéis ver en las imágenes. El motivo de que no se enviaran ya impresos era de seguridad: al ser únicamente papel moneda, nadie caería en la tentación de robarlo.
La imagen que comparto consiste en una hoja tamaño DINA 4 con espacio para cuatro billetes de 10 rupias de 1937, con la imagen del nuevo rey Jorge VI. Esta imagen aparece también en las marcas de agua junto con la leyenda TEN RUPEES - RESERVE BANK OF INDIA - TEN RUPEES.
La buena calidad de este papel moneda es notoria: pese al tiempo que permaneció hundido únicamente presenta arrugas propias de la humedad y alguna mancha, pero por lo demás podría decirse que se encuentra intacto. Casi se podría utilizar para terminar los billetes que estaban destinados a imprimirse. Unos billetes de un mundo que desapareció poco después del final de la II Guerra Mundial.
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