BILLETS DE NÉCESSITÉ
De
nuevo entramos en el terreno del dinero de emergencia o necesidad, y
de nuevo es en el contexto de la Primera Guerra Mundial y su
consiguiente posguerra, con la que la humanidad entró de lleno en el
siglo XX, y no de la mejor manera precisamente. Ahora que estamos
conmemorando el centenario de esta masacre, es ampliamente compartido
por estudiosos e historiadores que la paz firmada en 1919 fue un
cierre en falso, pues originó futuros problemas sin atender de
manera efectiva los presentes. Esto afectó tanto a los vencidos como
a los vencedores, que poco podían sospechar los problemas que
tendrían afrontar durante las dos siguientes décadas.
Hoy
precisamente me detengo en uno de esos vencedores, concretamente la
Francia de la III República. La entonces conocida como Gran Guerra
de 1914-1918 supuso un profundo desgaste económico, social y sobre
todo humano tanto para los aliados como para los imperios centrales.
Francia tuvo que sostener un tremendo esfuerzo bélico durante más
de cuatro años, durante los cuales además debió combatir en su
propio suelo (en 1914 los alemanes se quedaron a unos 100 km. de
París) en una interminable guerra de trincheras. En estas
circunstancias los franceses vivieron una situación económica
parecida a la de sus contrincantes: el dinero circulante fue
destinado en su mayor parte a la economía de guerra, la situación
de incertidumbre desembocó en un proceso inflacionario y los
particulares comenzaron instintivamente a acaparar las monedas de
plata y bronce. Como consecuencia el país perdió su circulante, con
el consiguiente riesgo de colapso económico.
Este
riesgo fue percibido desde el primer momento por las cámaras de
comercio más relevantes de Francia, que en Agosto de 1914, días
después de la declaración oficial de guerra, solicitaron al
Ministerio de Finanzas el permiso para emitir monedas y billetes de
necesidad. Las cámaras de comercio no fueron las únicas
instituciones emisoras de moneda de necesidad, ya que
administraciones locales como ayuntamientos y comunas así como
algunos comercios fueron autorizados también; pero sí tuvieron sin
lugar a dudas un papel destacado. No es algo casual, pues las cámaras
son básicamente asociaciones de comerciantes (a nivel local o
regional) que promueven y defienden sus intereses ostentando al mismo
tiempo una utilidad pública, generalmente de tipo consultivo o de
prestación de servicios.
Se
emitieron monedas de diferentes materiales (aluminio, zinc, latón e
incluso cartón) para las denominaciones pequeñas (5, 10, 20, 25
céntimos), así como billetes para valores faciales mayores: 50 cts,
1, 2, 5, 10 y 20 francos. El tradicional centralismo francés se puede
percibir en todo el proceso, ya que el Estado era el ente que
autorizaba las emisiones, siempre respaldadas por el Banco de
Francia. Además, las entidades emisoras debían reflejar claramente
este hecho, por ejemplo especificando que se trataba de “bons”
(para diferenciar esta moneda de la oficial) o señalando que eran
intercambiables por dinero oficial. Hoy quisiera detenerme en las
emisiones en papel, que recuerdan en muchos sentidos a los notgeld
alemanes coetáneos en diseño y
tamaño. No he podido evitar establecer comparaciones, y a priori me
ha dado la impresión de que el dinero de necesidad francés, más
controlado por el Estado que el alemán, centra sus diseños en
símbolos locales como la heráldica, la paisajística o alguna
referencia histórica, no dejando espacio para otras temáticas como
el humor, la ironía, el costumbrismo, la crisis económica y ese
larguísimo etcétera que sí nos legó el dinero de emergencia
alemán. En esta página podéis acceder a un montón de emisiones ordenadas por localidad:
Pronto
quedó claro que las primeras emisiones no bastarían para cubrir
toda la demanda, pues la guerra se prolongó indefinidamente en las
trincheras. Incluso una vez terminada ésta con la victoria aliada se
continuó emitiendo moneda de necesidad hasta 1925. De esta forma,
las cámaras de comercio pudieron desempeñar un papel fundamental en
la economía francesa durante toda una década, hecho francamente
notable en un país en el que es difícil que las autoridades
estatales deleguen sus competencias, y menos aún las de tipo
financiero.
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